Fontanarrosa bien ironizó a la inspiración en su cuento de igual nombre. Según el Negro, la inspiración no viene sola, es producto del trabajo. Lamento decir que no comparto esa idea. Más de una vez me he sentado frente a la pantalla de mi computadora y he escrito hojas y hojas sin sentido, boludeses ciclotímicas que salen descontroladas en otro ataque más de verborragia. Entonces, como puede ser mis estimados si yo estoy cumpliendo con todos los requisitos no venga inspiración alguna, por favor dónde está el gerente?
Justamente así me siento hoy, mejor dicho así me he sentido en las últimas semanas. No tengo nada que contar, presumir, parlar, alardear más que un terrible dolor de cabeza y un extraño latido de mi ojo derecho que, confirmando mis sospechas, un cuasi-doc me diagnostico como producto de sobreexigencia visual.
Es así que siendo las 12 de la noche, con un trabajo para Historia de la Arquitectura I a medio construir, un ojo delator, un tecito de frutos del bosque para apaciguar mi excitación a causa del consumo indebido de cafeína y sin noticia aparente de la Sra. Inspiración, les dejo con Fontanarrosa para que se entretengan con este gran rosarino hasta próximo aviso.
Inspiración (Extracto)
Armando subió a su departamento y cerró con llave. Había terminado su frugal cena y llevó la escasa vajilla sucia a la cocina. Luego fue hasta el living, tomó buen cuidado en cerrar la puerta que daba a la cocina para evitar el paso de aromas grasos, y apagó la lámpara del techo, dejando sólo encendido el spot que iluminaba la mesa pequeña en un ángulo de la habitación y el sillón. Fue hasta el tocadiscos y puso el concierto en mi menor para violín de Mendelssohn. Después se dio una ducha prolongada con agua bien caliente. Se secó, se perfumó y se cubrió con una salida de baño de seda. Volvió al livingLlevando en sus manos una botella de whisky, un vaso y un baldecito con hielo. Los cigarrillos ya estaban sobre la mesita ratona. Puso todo al alcance de sus manos, elevó discretamente el volumen de la música y se recostó en el sillón. Estuvo así cerca de diez minutos, pensando. Luego se durmió.
Lo despertó una mano femenina, sacudiéndolo por el hombro.Algo asustado, Armando se quedó un par de minutos contemplando a esa mujer ya no tan joven, algo desgreñada, con un inquietante parecido a la imagen de la República, pero más flaca.- ¿Quién...-atinó a balbucear Armando en tanto se incorporaba, arreglándose un poco el cabello revuelto - quién sos?La mujer, cumplido el hecho de despertarlo parecía haberse desentendido de él y hurgueteaba entre los discos diseminados sobre el Audinac.El suelto vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos y la melena larga y rubia que le caía desordenada y desaliñada sobre los hombros, además del no muy resplandeciente pero sí notorio halo ambarino que la recubría, le daban un aspecto etéreo que hubiera sido completo a no ser por el cigarrillo que apretaba entre sus dedos largos, amarillentos de nicotina.
- ¿Quién sos? – repitió Armando, adivinando la respuesta.La mujer se sentó, cruzándose con soltura de piernas; miraba la cubierta de un long-play.
- Tu musa – respondió seca.
- ¿Y...cómo...?
- Oíme – cortó la musa, tirando a un lado el disco.- Creo que las preguntas las tengo que hacer yo.
Armando, dócil, volvió a sentarse.
- ¿Dónde estabas las dos veces que intenté tomar contacto con vos? – preguntó ella.
- Bueno,,,-vaciló Armando.- La primera vez estaba...
- En el Dory, ya sé. Y la segunda, por la calle.
- Sí – corroboró Armando
– Creo que fue por eso que no...
- Dejalo así.- cortó la musa.
Se puso de pie y se dirigió a contemplar unos cuadros que colgaban de una de las paredes.
- ¿Cuándo tenés que presentar la obra?
- Pasado mañana.
- ¿Y tenés algo escrito?
- La verdad...
- No.
- No.- admitió Armando.
- Bueno, bueno...-la musa continuó su recorrido en torno a la mesa redonda observando los detalles del living, golpeando sobre la mesa con su encendedor.- te puedo ayudar.
La cara de Armando resplandeció. Era la primera frase cordial que escuchaba de su musa.
- Pienso que me vendría bien – reconoció.- ya estaba algo preocupado. Estoy medio atascado. Empantanado.
La musa volvió a sentarse en el sillón frente a Armando.
- Bueno – dijo – Yo te puedo ayudar. Puedo pasarte las cosas a máquina.
Armando la miró con fijeza.
- ¿Cómo “a máquina”? – se inquietó.
- Claro, vos me dictás y yo te voy pasando las cosas a máquina. Así hacés más rápido.
- ¡No! – se puso de pie Armando.- ¿Cómo “pasarte las cosas a máquina”, “pasarte las cosas a máquina”? Con pasarme las cosas a máquina no arreglamos nada. ¡Lo que yo necesito son ideas! ¡Para pasarme las cosas a máquina llamo a Manpower, las llevo a la Pitman, mirá qué joda!
- Yo escribo rápido.
- Pero...- se envalentonó Armando.- ¡Qué carajo me interesa que escribas rápido? ¿Sos una musa o una secretaria?
- Mirá – recuperó su tono duro la musa.- este no es el primer trabajo que hago. Fui durante mucho tiempo la inspiración de un músico francés que es uno de los que mejor anda en Europa. Fui ayudante de musa de Antonioni. Y estuve propuesta para musa de Woody Allen antes de venir acá... Así que...
Armando dio unos pasos nerviosos por la habitación.
- Lo que yo necesito son ideas. Ideas.- dijo, golpeándose la frente con la punta del dedo índice.
- Muy bien...muy bien..
- Si querés – propuso Armando – me tirás una idea y te vas. Después sigo yo solo, no tenés por qué quedarte.
- Bueno, cómo no – el tono de la musa era casi burlón.- Te agradezco, pero acostumbro a terminar mis trabajos. Los empiezo y los termino.
- Me parece bien.La musa se levantó del sillón, fue hasta la mesa, corrió una silla y se sentó allí- Traete papel, unos lápices, fibra mejor, la máquina de escribir...
- ¿Para qué?
- Para trabajar. ¿para qué te parece? Si tenés café, traé. Mucho, que...
- Pero oíme...- vaciló Armando.- Yo lo que necesito es una idea básica, una armazón, una columna vertebral...un...
- Y bueno...- lo miró la musa.
- Y bueno ¿qué?. Decímela. Decime la idea...
- Escuchame...- resopló la musa-...si yo la tuviera te la diría. Pero no la tengo. Por eso te digo que traigas las cosas, nos ponemos acá; y empezamos a trabajar.Armando la miró largamente.
- ¿O cómo te creés que salen estas cosas? – siguió ella.- Nos sentamos acá, empezamos a charlar de qué puede tratar la pieza, anotamos cosas, tiramos ideas...Armando se acercó y se sentó junto a ella.
- Por eso te digo que traigas mucho café – explicó la musa – Porque nos vamos a pasar toda la noche acá, mañana y hasta el momento en que entregués la obra no nos levantamos...
- Pero... ¡escuchame! – Armando se puso de pie nuevamente.- ¿Qué clase de inspiración sos...qué...?
- Hay formas de trabajo...- sonrió por primera vez ella – y formas de trabajo. Hay musas distintas, es cierto. Si no te gusta, me voy.
Armando volvió a mirarla, apretando los labios.
- No. Qué te vas a ir.- dijo. Y se sentó.- pero...oíme...yo mañana a la noche tengo una reunión en lo de una amiga y...
- Entonces olvidate...- la musa corrió hacia atrás su silla y se puso de pie -...Andá a lo de tu amiga, hacé tu vida y yo...
- No, pará, pará...- se asustó Armando – no es obligación...Mañana la llamo por teléfono y le digo, digo...
La musa se sentó nuevamente.- Olvidate del teléfono – le advirtió.- Traé el papel, lo que te dije...
Armando fue hasta su pieza, sin embargo pudo escuchar que la musa decía a sus espaldas, como para sí: “A mí me dan cada trabajo”. Armando volvió con una pila de papel oficio, varios lápices de fibra, gomas, reglas y otro montón de cosas innecesarias. Las puso sobre la mesa y se quedó mirando por un instante a la musa.
- ¿Qué pasa...- preguntó – qué pasa si no se nos ocurre nada?
- ¿Si no se nos ocurre nada? Copiamos algo. – sonrió ella, y él no supo si estaba bromeando.