30.12.08
Pero no festejas nada el futuro, o al menos, no podes reconocerlo. El festejo es el miedo a lo ido, el temor a lo pasado porque ahí nos damos cuenta que somos finitos, con fecha de vencimiento no señalada.
Hay cena con mucho sobre la mesa y uno se reúne incluso con algunos no-queridos, esos raros congéneres que se deben invitar y dar trato amable por el simple hecho de llevar el mismo Rh en la sangre. Y es que uno se reúne con su sangre para compartir la despedida, pareciera que la proximidad de las células parecidas ayuda a que sea menos doloroso el adiós. Eso se festeja, la despedida de un año muerto que no es más que otro paso en el camino del salto al vacío de nuestra existencia.
Es fácil si lo ves del lado de lo negado. El no trabajo, el no amor, el no proyecto. Eso se recuerda y se despide una convención arbitraria de trescientos sesenta y cinco noches con sus días que no supo parir más que nones. No pudiste, no quisiste, no supiste, no hiciste, es un recuento hondo y hediondo.
Celebramos el 31 como desesperado conjuro para ahuyentar la muerte. Celebramos que no queremos morirnos. Pero recién cuando reconozcamos que de nosotros depende, que el tiempo no es ilimitado y sí sus posibilidades el cambio habrá operado. El 2009 es un año tuyo, mió, de ellos, de hacer y de elegir, como siempre. Con dignidad y responsabilidad. De saber que lo que se ha ido no es en vano y que lo que resta por venir depende de nosotros.