Micro Cultural

31.3.08

En mi búsqueda constante de promover el amor por la lectura, jóvenes un libro puede ser su salvación, el es tu amigo y te esta esperando pacientemente en silencio así que acércate hermano! Perdonen, la antena del televisor funcionaba mal y lo único que pude agarrar en los últimos días fue Canal Luz. En fin, les dejo un cuento de E. A. Poe, escritor romántico estadounidense. Ojo! Con romántico no se refiere a que escribía ese tipo de novelas que donde por ejemplo una rica chica de ciudad se encuentra en vacaciones con un sexy campesino con quien tiene una turbulenta relación mientas en casa la espera el prometido también rico pero sumamente aburrido… El romanticismo fue un movimiento cultural hipercrítico de la ilustración y el clasicismo, que surge en Alemania e Inglaterra durante el siglo XVII, en el caso de Poe algunos elementos propios del movimiento que se encuentran en sus textos son: un alejamiento de la realidad evadiendo el tiempo; el predominio de sentimientos de tristeza, melancolía, amor a la soledad; escenarios lúgubres, preferencia por los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrísimo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban. Basta de teoría, no quiero aburrirlos pero me pareció bueno en este afán de acercar un pedacito de cultura darle un contexto al cuento. Con “El Retrato Oval” descubrí a E.A. Poe y me inicie en el mundo de los textos fantásticos, no se si es el mejor ejemplo de lo que es capas este autor pero a los 12 años me produjo una fascinación tal que es especial para mi y espero que después de leerlo el “niño” que llevan dentro sienta lo mismo (Ahhh que tierno...).

El Retrato Oval


El castillo al cual mi criado se había atrevido a entrar por la fuerza antes de permitir que, gravemente herido como estaba, pasara yo la noche al aire libre, era una de esas construcciones en las que se mezclan la lobreguez y la grandeza, y que durante largo tiempo se han alzado cejijuntas en los Apeninos, tan ciertas en la realidad como en la imaginación de Mrs. Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recién abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en uno de los aposentos más pequeños y menos suntuosos. Hallábase en una apartada torre del edificio; sus decoraciones eran ricas, pero ajadas y viejas. Colgaban tapices de las paredes, que engalanaban cantidad y variedad de trofeos heráldicos, así como un número insólitamente grande de vivaces pinturas modernas en marcos con arabescos de oro. Aquellas pinturas, no solamente emplazadas a lo largo de las paredes sino en diversos nichos que la extraña arquitectura del castillo exigía, despertaron profundamente mi interés, quizá a causa de mi incipiente delirio; ordené, por tanto, a Pedro que cerrara las pesadas persianas del aposento -pues era ya de noche-, que encendiera las bujías de un alto candelabro situado a la cabecera de mi lecho y descorriera de par en par las orladas cortinas de terciopelo negro que envolvían la cama. Al hacerlo así deseaba entregarme, si no al sueño, por lo menos a la alternada contemplación de las pinturas y al examen de un pequeño volumen que habíamos encontrado sobre la almohada y que contenía la descripción y la crítica de aquellas.
Mucho, mucho leí... e intensa, intensamente miré. Rápidas y brillantes volaron las horas, hasta llegar la profunda medianoche. La posición del candelabro me molestaba, pero, para no incomodar a mi amodorrado sirviente, alargué con dificultad la mano y lo coloqué de manera que su luz cayera directamente sobre el libro.
El cambio, empero, produjo un efecto por completo inesperado. Los rayos de las numerosas bujías (pues eran muchas) cayeron en un nicho del aposento que una de las columnas del lecho había mantenido hasta ese momento en la más profunda sombra. Pude ver así, vívidamente, una pintura que me había pasado inadvertida. Era el retrato de una joven que empezaba ya a ser mujer. Miré presurosamente su retrato, y cerré los ojos. Al principio no alcancé a comprender por qué lo había hecho. Pero mientras mis párpados continuaban cerrados, cruzó por mi mente la razón de mi conducta. Era un movimiento impulsivo a fin de ganar tiempo para pensar, para asegurarme de que mi visión no me había engañado, para calmar y someter mi fantasía antes de otra contemplación más serena y más segura. Instantes después volví a mirar fijamente la pintura.
Ya no podía ni quería dudar de que estaba viendo bien, puesto que el primer destello de las bujías sobre aquella tela había disipado la soñolienta modorra que pesaba sobre mis sentidos, devolviéndome al punto a la vigilia.
Como ya he dicho, el retrato representaba a una mujer joven. Sólo abarcaba la cabeza y los hombros, pintados de la manera que técnicamente se denomina vignette, y que se parece mucho al estilo de las cabezas favoritas de Sulli. Los brazos, el seno y hasta los extremos del radiante cabello se mezclaban imperceptiblemente en la vaga pero profunda sombra que formaba el fondo del retrato. El marco era oval, ricamente dorado y afiligranado en estilo morisco. Como objeto de arte, nada podía ser más admirable que aquella pintura. Pero lo que me había emocionado de manera tan súbita y vehemente no era la ejecución de la obra, ni la inmortal belleza del retrato. Menos aún cabía pensar que mi fantasía, arrancada de mi semisueño, hubiera confundido aquella cabeza con la de una persona viviente. Inmediatamente vi que las peculiaridades del diseño, de la vignette y del marco tenía que haber repelido semejante idea, impidiendo incluso que persistiera un sólo instante. Pensando intensamente en todo eso, quedéme tal vez una hora, a medias sentado, a medias reclinado, con los ojos fijos en el retrato. Por fin, satisfecho del verdadero secreto de su efecto, me dejé caer hacia atrás en el lecho. Había descubierto que el hechizo del cuadro residía en una absoluta posibilidad de vida en su expresión que, sobresaltándome al comienzo, terminó por confundirme, someterme y aterrarme. Con profundo y reverendo respeto, volví a colocar el candelabro en su posición anterior. Alejada así de mi vista la causa de mi honda agitación busqué vivamente el volumen que se ocupaba de las pinturas y su historia. Abriéndolo en el número que se designaba al retrato oval, leí en él las vagas y extrañas palabras que siguen:
"Era una virgen de singular hermosura, y tan encantadora como alegre. Aciaga la hora en que vio y amó y desposó al pintor. El, apasionado, estudioso, austero, tenía ya una prometida en el arte; ella, una virgen de sin igual hermosura y tan encantadora como alegre, toda luz y sonrisas, y traviesa como un cervatillo; amándolo y mimándolo, y odiando tan sólo al arte, que era su rival; temiendo tan sólo la paleta, los pinceles y los restantes enojosos instrumentos que la privaban de la contemplación de su amante. Así, para la dama, cosa terrible fue oir hablar al pintor de su deseo de retratarla. Pero era humilde y obediente, y durante muchas semanas posó dócilmente en el oscuro y elevado aposento de la torre, donde sólo desde lo alto caía la luz sobre la pálida tela. Mas él, el pintor, gloriábase de su trabajo, que avanzaba hora a hora y día a día. Y era un hombre apasionado, violento y taciturno, que se perdía en sus ensueños; tanto, que no quería ver cómo esa luz que entraba lívida, en la torre solitaria, marchitaba la salud y la vivacidad de su esposa, que se consumía a la vista de todos, salvo de la suya. Mas ella seguía sonriendo, sin exhalar queja alguna, pues veía que el pintor, cuya nombradía era alta, trabajaba con un placer fervoroso y ardiente, bregando noche y día para pintar aquella que tanto le amaba y que, sin embargo, seguía cada más desanimada y débil. Y, en verdad, algunos que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido como de una asombrosa maravilla, y una prueba tanto de la excelencia del artista como de su profundo amor por aquella a quien representaba de manera tan insuperable. Pero, a la larga, a medida que el trabajo se acercaba a su conclusión, nadie fue admitido ya en la torre, pues el pintor habíase exaltado en el ardor de su trabajo y apenas si apartaba los ojos de la tela, incluso para mirar el rostro de su esposa. Y no quería ver que los tintes que aparecían en la tela eran extraídos de las mejillas de aquella mujer sentada a su lado. Y cuando pasaron muchas semanas y poco quedaba por hacer, salvo una pincelada en la boca y un matiz en los ojos, el espíritu de la dama osciló, vacilante como la llama en el tubo de la lámpara. Y entonces la pincelada fue puesta y aplicado el matiz, y durante un momento el pintor quedó en transe frente a la obra cumplida. Pero, cuando estaba mirándola, púsose pálido y tembló mientras gritaba: "¡Ciertamente, ésta es la vida misma!”, y volvióse de improviso para mirar a su amada... Estaba muerta.

Edgar Allan Poe

PD. Miren que les tomo la lección mañana, sino me escriben un ensayo de 10 hojas sobre el cuento más biografía del autor y desarrollo del contexto.

6 Complicidades Verborrágicas:

LuLi dijo...

Este cuento estaba en el cuadernillo de ingreso del Superior!!! heee vamo' el Supe!!!!

Amo a Poe! muy lindo blog Flor!! muy lindas las fotos de Natal!!!

Besos

Anónimo dijo...

Que epocas aquellas las del cursillo de ingreso, eramos tan inocentes...

LooK Ass dijo...

Hubiera apostado un dedo de la mano a que E.A.Poe era Inglés, y que el romanticismo nació en Francia. Pero bue...parec que en cultura general voy muerto.

Saludos...hacía mucho que no pasaba por acá...


Http://bandadelocos.blogspot.com

LuLi dijo...

que increible!!! yo pensaba igual que "LOOK ASS"

Poe no era inglés?...el romanticismo no nació en Francia??

huy que mal que tengo los tantos

pero muchos de sus cuantos involucran calles londinenses, como Crimenes de la calle Morgue...o me equivoco??

LooK Ass dijo...

Por un momento pensé que iba a quedar como un inculto frente al público de este blog...pero gracias a Dios no soy el único!!!

es como las amonestaciones colectivas en la secundaria...si me las ponen a mi solo, todo mal, pero si caen más en la volteada está todo bien...


Saludos, muy bueno el diseño nuevo del blog...

y gracias luli por no dejarme en off side...ajajaja

http://bandadelocos.blogspot.com

Flor dijo...

Chicos, no se sientan mal, lo importante no es lo que sabian sino lo que aprendieron... :P